Réplica: Cultura | Este País
Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Ortografía de la lengua española, Espasa, Madrid, 2010.
Ya en el texto de los estatutos de la Real Academia Española de 1715 aparece el propósito de hacer una ortografía. Ciertamente la labor principal era la preparación del diccionario y la gramática, además de una Poética y una Historia de la lengua, pero desde entonces estaban ya conscientes los primeros académicos de la necesidad de fijar, con la mayor precisión posible, las indispensables normas ortográficas. Entre las novedosas comisiones para el trabajo, que aparecerán en los estatutos de 1848, están la Comisión de Diccionario, de Gramática y de Ortografía. La Ortografía apareció por primera vez en 1741, cuando dirigía la Real Academia Española don Andrés Fernández Pacheco, nieto del fundador. Se reimprimió varias veces.
La segunda edición, todavía en el siglo xviii, vio la luz cuando dirigía la corporación el duque de Alba, don Fernando Silva Álvarez de Toledo. Después se decidió incorporar la Ortografía en el texto de la Gramática. Durante toda la segunda mitad del siglo xx la ortografía se rigió por las Nuevas normas de prosodia y ortografía, declaradas de aplicación preceptiva el 1 de enero de 1959. En 1999 apareció una nueva edición de la Ortografía, en un pequeño volumen, independiente de la Gramática. Contenía muchas aportaciones novedosas y útiles, en el empleo de las mayúsculas, en la acentuación, la puntuación, las abreviaturas, etc. Se trataba, sin embargo, de un breve manual, con reglas no siempre bien redactadas y con no pocas imprecisiones. Casi de inmediato se decidió revisar este manual para preparar un verdadero tratado, que es el que aquí se reseña.
Es de todos conocida la política panhispánica que la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española han seguido desde hace ya varios años en todas sus publicaciones, entre las que deseo destacar dos: el Diccionario panhispánico de dudas de 2005 y la Nueva Gramática de la Lengua Española de 2009. En esas dos obras, de acuerdo con el contenido específico de cada una, se atienden, por una parte, las características propias de la lengua española en su totalidad y, por otra, los rasgos lingüísticos particulares de algún país o de una región determinada. Ahora bien, la Ortografía de 1999 era también una obra panhispánica, pero en otro sentido: las reglas y normas que ahí se contienen corresponden a toda la lengua española y se acatan por todos los hispanohablantes del mundo. En ese sentido la Ortografía es una obra estrictamente panhispánica.
Aquella versión, sencilla y breve, tuvo como característica de gran importancia la de haber sido la primera que fue refrendada por todas las academias. También en ese otro sentido fue una obra panhispánica. Se trataba de un breve texto en el que se establecían las reglas básicas. Era necesario preparar una nueva versión que no tuviera por objeto modificar esa doctrina sino expresarla con mayor detalle y, sobre todo, de forma razonada.
Esta nueva Ortografía fue aprobada por los directores de todas las academias, en la reunión que tuvieron en Guadalajara en noviembre de 2010. Había sido antes revisada, como ha sucedido con las demás obras académicas panhispánicas, tanto por cada una de las academias cuanto por la comisión interacadémica correspondiente. Por primera vez se publica no un simple prontuario de reglas y excepciones, ni siquiera un breve manual, sino un verdadero y extenso tratado, en el que se ha logrado si no la exahustividad —lo que es imposible en cualquier disciplina y, particularmente, en la ortografía— sí una explicitud a la que no se había llegado en las anteriores versiones. Vayan algunos simples ejemplos: en el texto de 1999 se daban, sin aplicar criterio alguno, doce notas orientadoras sobre el empleo de la letra b y ocho en relación con la v.
En este tratado se ofrecen, agrupadas por criterios posicionales, morfológicos y léxicos, más de veinte notas para la b y más de quince para la v. En la primera versión se dedican al acento diacrítico escasas tres páginas; son más de veinticinco las que el nuevo tratado destina a tan importante tema. Once líneas parecen suficientes en la Ortografía anterior para exponer un asunto tan complejo como lo es el empleo de letras mayúsculas para los nombres geográficos. Este debatido asunto se explica con todo detenimiento y detalle en la obra de reciente aparición. En resumen, todos los capítulos se desarrollan aquí no sólo con extensión suficiente sino sobre todo con una profundidad y especificidad a la que no se había llegado en obras académicas con este tipo de contenido.
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